30.1.07

 

BOSNIOS

D. y M. son bosnios. Ambos comparten conmmigo curso de alemán por las mañanas. D. está en el curso desde octubre. Lo conocí el primer día. Se sentó cerca de mí. Sus ojos claros me llamaron la atención. Parecía más garçon francesito que bosnio. M. llegó más tarde, en noviembre. Vivió un año en Graz, cuando tenía 7 años y dio un curso de alemán. Al principio era muy tímido, pero ahora hay que pararle los pies. Siempre que entra en clase da golpes en la espalda y ha estado a punto de tirarme las gafas dos veces. Su melena rubia llama la atención, a veces en coleta y a veces, suelta, como león recién despierto.

Tienen trato con las otras chicas bosnias de la clase. La chica D. tiene mirada triste, tal vez algún recuerdo de la guerra en su país hace que no sea todo lo feliz que parecemos los demás (sobre el tema de los niños nacidos por violaciones durante la guerra de los Balcanes, véase la película Grbavica; http://www.golem.es/grbavica). El otro día no la invitamos a tomar un café.

Los chicos bosnios hacen su vida y las chicas bosnias hacen su vida. El otro mundo bosnio que puede disfrutarse en Graz se encuentra en la calle Griesgasse, una de las más interesantes, donde alternan entre números pares e impares locales de mala muerte (locales de striptease, puticlubs) y locales bosnios como Imbiss (o tabernillas y cafetucos varios bosnios).

Los cafes bosnios de más o menos categoría se parecen a salones de boda de cierto cache de las afueras de las ciudades: mucha luz, mucho brillo, mucho colgajo, mucho sillón. Mucho quiero y no puedo. Las chicas bosnias tienen predilección por los brillos: cinturones dorados o plateados muy anchos, muchas joyas, moreno artificial de rayos UVA. Ellos van en plan macarilla, marcando bíceps, pantalones apretados, muchas cadenas al cuello.

Las chicas y los chicos se sientan enfrente. Empieza un juego de miradas. Cuando la chica mira a algún bosnio (o extranjero al que han invitado al café, como puedo ser yo) enseguida mira a su amiga buscando una mirada de complicidad. El chico bosnio, en cambio, no le hace falta comentarlo con los amigos. Se aisla en su mundo y sigue su juego de miradas. El juego de miradas un domingo a las seis de la tarde no sigue mucho más allá.

Los bosnios no aceptan la homosexualidad masculina, y la femenina la entienden sólo pensando en escenas de Playboy o alguna película porno. Los bosnios siempre invitan. Siempre sale alguien que te invita la primera ronda, para que se siga la ronda que puede llegar hasta muy lejos. Los bosnios aman el festival de Eurovisión y tienen bastante música folklórica.

Bosnia es un nuevo país, como Eslovenia, Croacia, Serbia, Macedonia, Kosovo... Con menos conflictos de los que nos pensamos (Kosovo va por otro lado, parece) y países que estoy deseando conocer.

Informó el corresponsal Impar de estos nuevos conocimientos de la Europa del Este.

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